Con ademanes torpes y una apariencia de rectitud moral, en esta obra maestra de Molière (1622-1673), Tartufo pretende incluso seducir a la segunda esposa del inocente y acaudalado Orgón mientras trata de casarse con la hija de éste. Orgón es un burgués parisino, autoritario en su casa, pero que, bajo la influencia de Tartufo, se presenta como un ser idiota, sin voluntad ni sentido común.
En su ceguera con respecto a Tartufo, Orgón llega a expulsar de su casa a su propio hijo y a cambiar la herencia para que recaiga en el falso devoto. La joven esposa de Orgón, Elmira, tratará de hacer ver a Orgón el engaño del hipócrita Tartufo, pero sin demasiado éxito. Afortunadamente, Elmira cuenta con la ayuda de Dorina, la fiel criada de la casa de Orgón, inteligente y perspicaz, cuyos irónicos comentarios añaden diversión a la obra.

Censurada y prohibida

Tras cinco años de luchas para librarse de la censura, y después de ser vilipendiado por la Compañía del Santo Sacramento (el arzobispo de París, Hardouin de Péréfixe, llega a amenazar con la excomunión a cualquiera que represente o escuche la obra, a la que acusa de ser un virulento ataque contra la religión), Molière consigue estrenar esta comedia en 1669, después de una representación ante el rey en 1664, tras la cual El Tartufo fue prohibida.
La compañía Fuegos Fatuos es la que da vida en esta ocasión a la gran obra de Molière con un magnífico reparto. Su director, Fernando Romo, aborda el texto y su estructura dramática desde un punto de vista actual y con un lenguaje teatral contemporáneo. Su comedia huye de crear situaciones hilarantes y busca la “sonrisa cómplice del público”. Lo que no podemos revelar es si el Tartufo de esta compañía manchega recibe su castigo, descrito por Molière en el acto quinto de la obra y que no todos los directores suben a escena.