María Jiménez dio su bendición
Una historia de vida y encuentro · Auditorio de Cuenca
Cogí un AVE Madrid-Sevilla, estaba muy nerviosa. Cuando llamé al telefonillo de su casa sentí que se me salía el corazón por la boca. Me calmé cuando la tuve de frente.
Estuvimos en su salón, conversamos sentadas en su mesa camilla. Ahí pude hablarle del proyecto y, sobre todo, hablamos de nosotras. Los consejos que me dio María me los guardo para mí.
Me gustaría poder compartir lo que sentí al tenerla delante, porque su mirada era cándida, una mirada que pasa por encima de una vida áspera y te observa con toda su atención.
Cuando terminé de explicarle todo, me pidió que le acompañase a la peluquería a que se cortase el pelo. María llevaba un cigarro sin encender entre los dedos y me dijo: “No puedo fumar pero sí lo puedo llevar así, ¿no?”. Antes de cruzar el umbral de la puerta se paró y, mirándome fijamente, me dijo: “Tienes mi bendición, bonita”.
En el Auditorio de Cuenca.