La poesía y la música nos ayudan a profundizar en la vida. Son las botellas de oxígeno que ayudan al buzo a respirar en lo más negro y profundo del mar. Un poema o una canción nos sacan de la distracción y del aburrimiento para invitarnos a mirar dentro de nosotros y descubrir, como en el mar, todo lo que allí ocurre, tanto en el corazón como en la cabeza.

Emociones y sueños que aletean o bucean ante nosotros para mostrar, más allá de la piel, cómo somos, de qué materia estamos hechos.

Si me miro en un poema o un espejo consigo volver en mí. Si te miro a los ojos con una canción en los labios quizá vuelva en ti. Si recompongo mi cuerpo y mi corazón tras el desmayo o el desaliento tal vez vuelva en sí.

Nos gusta volver una y otra vez a los poemas y a la música. Nos gusta envolver las palabras y las notas en el fino y colorido papel de la emoción. Porque el poema y la canción nos afirman y nos reafirman. Porque sin música y sin poesía nuestra vida carece de banda sonora, de ilusión.

Preferimos volver una y otra vez en sí a no volver. Somos así de optimistas.