El rey Ricardo arranca carcajadas, pero la risa tiene un regusto helado porque su humor es el mismo que el de esa clase dirigente que mira sin empatía ninguna el mundo que pretende gobernar, el humor sobre el que se construye un mundo sin atisbo de bondad.
Es el villano por excelencia, la función de Shakespeare más representada, por encima de Hamlet. Comete una serie de terribles crímenes y ni siquiera está arrepentido. Ricardo ha desterrado la conciencia del mundo y actúa en consecuencia. Tiene hambre y, como dice Víctor Hugo, ciertas almas tienen dientes por lo que es mejor no despertar su apetito.
Pero no es necesario despertar a Ricardo. Él ya nos espera sobre el escenario con todos sus sentidos alerta. Es él quien se va a ocupar de zarandearnos para que estemos atentos. Nos habla directamente, pulverizando desde su primer verso la cuarta pared. Se nos confiesa inapto para vivir en sociedad e incapaz de triunfar como amante y, sin embargo, nos seduce con irresistible habilidad para que pongamos a su servicio ese “profundo sadomasoquismo que todo público crea por el simple hecho de reunirse. Estamos allí -ese es el juego que Ricardo nos propone– para divertirnos con el sufrimiento de otros.
Seducidos por el morbo
¿Qué tendrán los malos que nos gusta mirarlos? ¿Qué morbo se desata en nosotros como espectadores del mal? Ricardo sabe que el mal nos atrae y juega con esa contradicción. Nosotros nos pegamos a él. Queremos más. Queremos ver de qué es capaz “este tipo”. Algunas escenas son casi imposibles de sostener como la famosísima en la que logra seducir a Lady Ana por encima del cadáver de su suegro, al que él mismo ha dado muerte al igual que a su marido. ¡Eso es irrepresen¬table! Nos produce hilaridad y espanto, pero nadie se lo quiere perder. Y una vez que la pobre Ana se marcha y volvemos a quedarnos a solas con Ricardo vuelve a intentar seducirnos.
Nos seduce el morbo y nos seduce también el gran actor Israel Elejalde, finalista en la XIV edición de los Premios Valle-Inclán de Teatro por su trabajo en esta obra. El reparto lo completan Álvaro Báguena, Chema del Barco, Alejandro Jato, Verónica Ronda, Cristóbal Suárez y Manuela Velasco.