2012 -
12 de mayo
a las 20:30h. [Sala 1 - Teatro Auditorio de Cuenca]
Entorno Schubert
ENTORNO SHUBERT. EL LIED ALEMAN
Como sucede con J.S. Bach, Mozart y Beethoven, las leyendas en torno a Schubert obligan a un continuo replanteamiento. Que los estudios analicen los nuevos datos, los músicos estudien de nuevo sus partituras y los aficionados escuchen con nuevos oídos sus obras, es algo más que necesario: imprescindible. Si a J.S. Bach se le disfrazó de un hombre devoto que quiso consagrar su obra al protestantismo; si la vida de Mozart se ha falseado por su prodigio y la risita estúpida que le impuso un famoso director de cine; si a Beethoven se le reconoce como un agrio compositor encerrado en su sordera; a Schubert le ha caído el estereotipo del compositor enfermizo, escondido tras unas gafas ovaladas y rodeado de divertidos amigos. Y ni J.S. Bach era un devoto protestante, ni Mozart un adulto inmaduro, ni Beethoven un histérico sin corazón, ni Schubert un superficial caprichoso. Schubert era un hombre muy culto y muy tímido, comprometido con la Viena y la sociedad que le tocó vivir; era un trabajador incansable, amigo de sus amigos y, sobre todo, un músico genial. Pero también fue una persona cuya precocidad intelectual le vino acompañada de una inmadurez emocional. Cuando, ya finalizando su vida, escribe “¿No tengo yo también derecho a un lugar sobre la superficie de la tierra?” estaba reclamando eso: su cerco vital, un lugar en el espacio y en el tiempo que le permitiese escribir música sin la presión de estar en primera línea.
En Schubert tenemos al primer músico cuyo único trabajo fue ser compositor. No era ni el niño virtuoso que acude de feria en feria para mostrar sus peripecias, ni estaba al servicio de un caprichoso mecenas. Schubert componía por el placer de componer, por su propio gusto, sin saber si alguien lo escucharía jamás. Es cierto que, cronológicamente antes, Mozart intentó tener libertad creadora, rompiendo los grilletes que le unían al Arzobispo Coloredo; que Beethoven lo intentó y cierto es que lo consiguió en sus últimas obras. Pero en Schubert tenemos el brillante más labrado y limpio que ha dado la libertad compositiva del XVIII. Sus piezas más íntimas son un canto a la vida, reflexiones sobre la psique del hombre y su relación con el mundo. El amor a la vida desde una posición humana y existencial. Son sus obras de cámara y sus canciones (Lied en alemán) en las que nos encontramos a este Schubert palpitante y vital.
El ciclo de cuatro conciertos que ustedes podrán escuchar (tres en la temporada de invierno, que es la que nos ocupa, y uno en mayo) es un acercamiento a la figura de Schubert desde una posición no convencional. Con este ciclo lo que se pretende es reivindicar su figura de icono musical pero sin los estereotipos decimonónicos. Se ha elegido una visión filtrada por nuestro espíritu de contemporaneidad.
De la inmensa obra de Schubert vamos a escuchar aquellas opus que el tiempo ha destilado sabrosas, ricas, exquisitas y enormemente bellas, que son las de cámara y las canciones. Es en estas piezas donde nos encontramos al Schubert más auténtico, a la vez que espontáneo; partituras en las que se siente la sinceridad que da la inocencia.
Pero en el ciclo, como su nombre indica “Entorno Schubert”, no sólo estará presente Schubert. También estarán aquellos maestros que tanto le deben a nuestro autor. Lo haremos emulando las famosas “Schubertiadas”, ofreciendo músicas de Schumann, Brahms, Beethoven y Franck; Como habrá aficionados que desconozcan el término “Schubertiada”, detengámonos un momento para explicarlo.
La vida de Schubert, para su suerte y su desgracia, estuvo siempre unida a la Viena de principios del XVIII, donde las campañas napoleónicas despertaban ardores guerreros entre los vieneses; donde los ideales europeístas de Klemens, príncipe de Metternich, estaban sumiendo a la capital austríaca en moneda de cambio para sus pretensiones de líder europeo. El que Viena fuese el centro político de la nueva Europa fue a costa de perder su identidad nacional. Hay que conocer la asfixia a la que estaban sometidos los intelectuales vieneses, el vacío y la posterior persecución que sufrían, para entender el suicidio de muchos y el exilio de otros tantos. El dramaturgo Bauernfeld apuntó sobre ello: “Schubert sufrió como una desgracia el hecho de ser austríaco”. Ante tales ataques, los intelectuales, gente del teatro, de la universidad, escritores o comerciantes cultos, se reunían en grupos más o menos clandestinos para compartir experiencias artísticas, llegando a estar la verdadera vida cultural vienesa al margen de la vida real. Reuniones que pasaron a celebrase de la capital al resto de ciudades del país. Entre estos grupos estaban los amigos de Schubert, unidos en la defensa a ultranza de las obras de su amigo y en la oposición y desprecio al sistema político de Metternich. Eran las “Schubertiadas” reuniones donde se intercambian pensamientos, se escuchaban músicas, se hacían representaciones, cuadros vivientes, se leían textos, se bebía ponche y se reflexionaba sobre una Austria en permanente estado de excepción. El nombre de Schubert no era mas que un pretexto y un ejemplo, pero el compositor no era ni el cerebro de las reuniones, ni su centro de atención, ni tan siquiera el divertido invitado, como muchas leyendas nos han querido transmitir. Estas reuniones se siguieron realizando, potenciándose a la muerte del compositor, llegando a oficializarse a mediados del XIX aunque de manera discontinua. Actualmente, desde los años setenta del siglo pasado, se celebran desde mayo a octubre en las ciudades de Hohenems y Schwarzenberg, al Oeste de Austria. Lugares de peregrinación musical para más de cuarenta mil aficionados que anualmente disfrutan de la región pintoresca de Bregenzerwald y de obras, especialmente de cámara, interpretadas por majestuosos músicos.
Desde el Teatro-Auditorio les planteamos que disfruten de una pequeña “Schubertiada”. Pequeña en número pero no calidad interpretativa. Para los distintos programas se han buscado músicos que compartan las mismas bases estéticas de interpretación, de manera que le den coherencia y homogeneidad al ciclo. Hemos encontrado en la generación actualmente puntera, un ramillete de grandes maestros, internacionalmente reconocidos, que nos aportarán enriquecedoras interpretaciones. El primero de ellos es Javier Perianes, conocido ya en nuestro escenario, vive un momento de “gracia” pianística o de máxima inspiración interpretativa, que está siendo aprovechado por el sello Armonia Mundi para grabar su especial Beethoven, que se unirá a su último trabajo de la integral pianística de Manuel de Falla.. Lo que nos ofrecerá en Cuenca es el mismo recital que llevará al ciclo Grandes Intérpretes en el Auditorio de Madrid: Schubert, Debussy y Chopin. Un programa muy atractivo y exigente que interpretará con el Steinway de nuestra sala 2. Las obras que ha seleccionado del maestro vienés serán el Allegreto en do menor D.915 y la Sonata en si bemol mayor D.960, obras de madurez y profundidad emocional; será en la más exigente sonata donde veremos la calidad de comunicación de Perianes.
Otro momento de máxima calidad interpretativa es el que está viviendo el violonchelista Adolfo Gutiérrez. Tras su excelente versión del Concierto de Elgar con la London Symphony Orchestra, el chelista madrileño ha tomado un impulso mediático muy importante. El concierto que nos presenta será el mismo que interpretará en Madrid dentro del ciclo “Ibermúsica”, y en él recoge lo más labrado y goloso de su repertorio: Sonatas de Schumann, Beethoven, Brahms y Cesar Franck. Un programa maratoniano y sumamente difícil, que encaja perfectamente en una Schubertiada: dos compositores contemporáneos a Schubert y los otros dos como máximos herederos de la primera escuela vienesa. Son cuatro opus que, como cuatro pilares, sustentan toda la escritura que posteriormente se ha realizado sobre el violonchelo. Le acompañara el magnífico pianista inglés Graham Jackson, especialista en este repertorio.
Hablar de Schubert es hablar del cuarteto de cuerda y de la canción alemana. El tercer concierto lo ocuparemos con dos de los cuartetos que han hecho historia. El primero de ellos: Cuarteto nº 14, D.810 de Schubert. Conocido como La muerte y la doncella (al provenir de una canción que escribiera sobre el poema homónimo del clérigo Matthias Claudius) es una de las obras fetiches del mundo de la música. Su bellísima melodía ha sido inspiración a gente tan dispar como el director de cine Roman Polansky o el dramaturgo chileno Ariel Dorfman. Un cuarteto de los que hacen historia, perfecto en la forma y emocionante en fondo: una obra maestra. El segundo, en línea con el primero, aunque no goza de fama igual, es el Cuarteto en la menor op 51 de Brahms. Otra obra de madurez, de gran complejidad interpretativa que nos ofrece el Gúzernich Quartett de la ciudad alemana de Colonia, especialista en el género y agrupación asidua a los festivales europeos de música de cámara.
Finalizamos el ciclo en mayo con la perla de una “Schubertiada”: el Lied. En nuestro próximo número de Telón de fondo, les contaremos con más detalle el programa. Baste decir que contaremos con el barítono Damián del Castillo y con David Aijón en el pianoforte. Lo que se convertirá en una velada apasionante: una “Schubertiada” conquense.
La canción alemana encuentra en Franz Schubert su alma mater. En la incipiente Ilustración, desde España hasta Rusia, estaban de moda (antes de las “Schubertiadas”) las reuniones en los salones palaciegos de burgueses y nobles, alternado el canto de canciones o la interpretación de sonatas, con otras actividades lúdicas. Con la aparición de las obras de Schubert, el lied alemán (que se cantaba en Austria) toma una vertiente por la que compositor alguno haya circulado. Schubert ha llevado a la canción con acompañamiento a un nivel que todavía hoy no ha sido superado. El desarrollo de la melodía, su relación con el texto, la prosodia y, sobre todo, el papel del instrumento que teóricamente es acompañante, hace de cada canción una obra cerrada, perfecta y además bellísima. De sus numerosos ciclos podrán ustedes escuchar uno de los más conocidos: Die schöne Müllerin D. 785. No abundaremos sobre los cantos de amor a esta bella molinera de los que se han escrito ríos de tinta, serán las palabras de Schubert las que nos den una idea de lo que podremos escuchar: “Durante largos, largos años, canté muchos lieder. Si quería cantar al amor, éste se transformaba para mi en dolor, y si sólo quería cantar al dolor, éste se transformaba para mi en amor”. La interpretación que nosotros escucharemos tendrá una importantísima particularidad. La voz será de barítono, voz para la que fue originalmente escrita la obra; pero el instrumento acompañante será un pianoforte de época y no un piano de macillos actual. La utilización de un pianoforte en lugar de un piano tiene sus ventajas e inconvenientes, pero en el caso que nos ocupa las mejoras superan a las pérdidas. Se gana en expresividad y articulación, aunque se pierda en afinación y potencia sonora, y es en el color, más aterciopelado del pianoforte, lo que da una presencia recogida, mas íntima y más sutil que la que pueda dar un piano actual. Para la ocasión será Damián del Castillo el barítono y David Aijón, el pianoforte. Convencidos estamos de que será una velada apasionante: una “Schubertiada” conquense.
Localidades: 6,00 €
Club de Amigos: 4.00 €
Fundación de Cultura Ciudad de Cuenca